Estas son las palabras de Luis Raluy, un profesional de Gran Circo Tradicional Raluy, de origen oscense que viajan con las caravanas de siempre y que habitualmente visita nuestra ciudad. Nos cuenta la utilidad de las matemáticas para llevar a cabo los números circenses.
A Luis Raluy el apellido le delata y rápidamente se le relaciona con el circo del mismo nombre –del que es copresidente– y con su faceta de payaso. Pero bajo ese disfraz se esconde una mente privilegiada para la especulación matemática, el autor de tratados sobre números primos, la teoría del espacio y el tiempo, o el secreto de los espejismos, y un apasionado de los libros sobre matemáticas con una colección de varios millares de ejemplares. “Comencé a estudiar matemáticas a los seis años y todavía continúo”, resume. Para él las matemáticas “son algo maravilloso” y si tienen mala fama y hay estudiantes que las odian “es porque el profesor que las enseña no las hace agradables”. Confiesa que, curiosamente, él debe su pasión por las matemáticas a una profesora nada ducha en ellas: “Estábamos en la escuela, después de la Guerra Civil, y un niño le preguntó a la maestra cómo es que las niñas, siendo de la misma edad, ya habían aprendido la regla de tres y hacían problemas con x y nosotros no; la maestra contestó que no nos hacía falta, que era lo mismo que dividir y multiplicar, pero era porque ella no sabía hacer la regla de tres. Yo, por mi cuenta, leí las páginas del libro donde venía lo de la letra x y vi que no tenía nada que ver con multiplicar y dividir, que entraba en juego la proporción, y devoré el libro en dos días”. Tanto le interesaron esos problemas que habló con un primo suyo químico que le prestó los libros que él había utilizado en sus estudios. “Allí había álgebra, trigonometría… y empecé a estudiar por correspondencia, escribiéndome con mi primo; tardaba una o dos semanas en tener la corrección de los problemas, pero como en el circo no tenemos nunca prisa…”, relata.
También realizó cursos en el Technical College en Inglaterra, en Italia, en la Universidad de Kampala (Uganda), en función de dónde se desplazaba el circo. “Cuando he tenido alguna duda sobre problemas matemáticos he ido directamente a la universidad más próxima a preguntar, allí no miran si tienes diploma”, comenta. Pero Luis Raluy no se ha conformado con aprender o leer sobre matemáticas. También ha tratado de dar respuesta a algunos de los enigmas matemáticos. En 1996, por ejemplo, propuso una solución al irresoluble problema de la trisección del ángulo con regla y compás, y en su último libro intenta demostrar la fórmula que genera los números primos hasta el infinito. Algunas de sus observaciones son fruto de su vida como nómada del circo, como descubrir que los espejismos no se generan por el sol o el calor, sino que son “un fenómeno óptico por la concentración de partículas que da la perspectiva y el ángulo de visión”.
El circo ha sido también un gran banco de pruebas de sus conocimientos matemáticos: “Lo que más he tenido que utilizar es la geometría, pero también muchos otros cálculos empíricos para asegurarnos que todo funcionaría”. Porque, recuerda, las matemáticas están presentes en cualquier faceta de la vida y resultan imprescindibles para solventar los problemas cotidianos, incluidos los del circo. A continuación, unos ejemplos
La pendiente del bólido volador
El bólido que hacía un triple salto mortal en el aire fue uno de los grandes números del Circo Raluy que requirió de la destreza matemática de Luis. “Había que calcular la pendiente de las rampas para que saliera disparado y el empuje necesario para dar la vuelta en el aire; primero resolvía el problema de forma empírica y luego probábamos con un saco del mismo peso que el piloto para poder rectificar sin poner en peligro al artista”, recuerda
La parábola del hombre bala
El hombre bala fue durante años uno de los números estrella del Circo Raluy (protagonizado durante un tiempo por el padre de Luis Raluy) y los cálculos sobre el ángulo y la presión que necesitaba el cañón para que la parábola descrita por la persona lanzada acabara en una red instalada a 150 metros eran cruciales. “En una ocasión se lanzaron dos personas y pasaron de largo, yendo a caer sobre el público, porque la presión se había cargado en el exterior y en la pista se había visto alterada por el cambio de temperatura”, comenta Raluy.
La regla de tres de los trapecistas
Luis Raluy cuenta cómo la regla de tres es la gran aliada de los trapecistas para calcular el número de oscilaciones que han de esperar antes de lanzarse al vacío para caer con seguridad en las manos del portor. Sin olvidar que las oscilaciones dependen del ángulo elegido
Pitágoras y la carpa
“Las antenas para la lona necesitan estar en un perfecto ángulo recto, y para colocarlas utilizamos el teorema de Pitágoras”, comenta Luis Raluy. Y añade que también se sirven de sus conocimientos de ángulos para recuperar los grados de inclinación que pueda tener cada terreno y conseguir que la pista (sobre la que se ve a Luis actuando) quede siempre perfectamente horizontal y los acróbatas no tengan problemas
Perímetro y superficie para el montaje
La geometría es básica para instalar el circo. “Hay que medir los terrenos, calcular lo que ocupa cada caravana, contar los espacios para que todo encaje; si te equivocas hay que mover de nuevo todas las caravanas, porque no puede quedar ninguna fuera”, explica Luis Raluy.
Puedes leer este interesante artículo Las matemáticas nos rodean (y van a más) visto en Matemáticas en tu mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario